noviembre 25, 2011

ENTREVISTA A TOMÁS GONZÁLEZ



La siguiente entrevista tuvo lugar en la finca del escritor colombiano, en la población de Cachipay, Cundinamarca, el 8 de noviembre de 2011.

-¿Desde niño, cómo estaba conformada su familia?

Es
una familia grande, de ocho hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Soy el penúltimo de la casa. Mi madre, Tulia Gutiérrez de González, era de Manizales (Caldas), y mi padre, Alberto González, perteneció a las familias de toda la vida de de Envigado (Antioquia).

A mi padre le gustaba mucho la literatura, tanto como a Fernando (González, tío). Le gustaban mucho los rusos como Fiódor Mijailovich Dostoievski y su relación con Fernando era muy buena. Entre los dos había una gran diferencia de años, tantos que sus hijos eran como tíos míos. Cuando nosotros nos fuimos a vivir a Envigado fuimos vecinos mucho tiempo.

-¿Desde qué edad usted comenzó a frecuentar la casa de su tío Fernando?

Desde los siete años.La relación con Fernando no era muy directa porque él se ocupaba mucho de sus actividades propias del campo. Eso me llamó mucho la atención, su relación con la naturaleza, ajetrear las vacas, hablar con los vecinos, los mayordomos, la gente que le ayudaba, esa manera de moverse en el mundo es inolvidable porque es ver a una persona sabia desenvolverse de manera sabia en términos reales, en la vida real.

-¿Y con él inició su carrera como lector?

No. En mi casa había libros. Mi madre también fue una gran lectora, nos llevaba a la biblioteca. Más bien el gusto por la lectura llegó por el lado de mi madre. Después, cuando tuve uso de razón, comprendí que el tío era escritor y el autor de Viaje a pie. Esa novela, recuerdo mucho, fue la que más leí en esa época. Sin embargo, leí muy poco de él, tal vez por la misma cercanía. Muchísimos años después leí lo demás, precisamente para poder escribir La historia de Horacio, cuyo personaje central está basado en él.

-¿Cuántos años compartió con su tío Fernando?

Yo llegué a su finca cuando tenía siete años. Fernando murió cuando completé los doce. Fueron cinco años que, a esa edad, es mucho tiempo. Cuando uno tiene siete años el tiempo dura muchísimo y fue muy importante conocerlo a esa edad, es la etapa en la que uno se está formando. Por eso me llegó con mucha intensidad su presencia.

-¿Qué profesión tenían su padre y tu tío?

Fernando fue abogado. Llegó a vivir a Envigado ya jubilado, hacía mucho tiempo que no ejercía, vivía de los libros y se dedicaba al campo más como una afición por los animales y las platas. Lo mismo hacían mis otros tíos y papá, quien tenía una agencia de loterías en Medellín donde trabajé de joven. Y mi madre era ama de
casa.

-¿Su padre también fue escritor?

No, aunque tenía mucha facilidad. Conocí algunas cartas que le escribió a mi madre y a la familia. estaban muy bien escritas y son muy bellas.

- ¿Cree que esa habilidad le llegó gracias al ejemplo o a una herencia genética?

Del ejemplo más que de cualquier otra cosa. Si en la familia hay alguien que se sienta a escribir y usa esas libretas tan bonitas que tenía Fernando, y si uno es aficionado a la lectura, casi que una cosa lleva a la otra.

-¿Recuerda algún texto de su niñez?

Los libros que me compraba mi madre que era lo que ella leía: Julio Verne, Emilio Salgari, todos los de aventuras. Era lo que a ella le gustaba. Era lo que leíamos juntos. Aclaro, que eran versiones infantiles. Después leí las obras completas. En mi casa todo el mundo leía, todos mis hermanos asumimos ese acto como una especie de herencia.

-¿En qué momento abandona el campo para viajar a Bogotá?

Yo salí para comenzar mis estudios universitarios, luego de haber cursado la básica en el colegio La Salle de Envigado. Primero estudié seis meses de Ingeniería Química en la Universidad Bolivariana de Medellín, después me puse a estudiar filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá, donde sólo cursé hasta cuarto semestre, pues estaba decidido a escribir y conocer Europa, así conocí Estrasburgo (Francia).

Allá estuve muy poco tiempo, medio año, y regresé porque me dio tristeza, es un contiene muy viejo, muy entristecido. Esa fue mi época inestable, sin saber para dónde pegar, escribiendo poesía y ensayando mucho; esos años son difíciles de seguirle la pista porque hacía muchas cosas.

-¿Su familia también dejó el campo?

Sí. En la finca se quedó la familia hasta la muerte de mi padre cuando yo tenía 18 años, seis años después de la muerte de mi tío. La casa de él es actualmente un museo. Vale la pena que lo conozcan. Yo volví a ese lugar 20 años después.

-¿Cómo fue ese encuentro con el pasado?

Fue magia, un delirio, una alucinación, porque todo está mezclado como si lo hubieran metido en un tarro para agitarlo varias veces. La casa está muy bien conservada y se siente mucho la presencia de él para mí, creo que mi memoria se mueve muy bien por ahí.

-¿Y cuándo encuentra su norte?

Yo creo que lo que me definió fue la escritura de Primero estaba el mar. Había pasado mucho tiempo, ya tenía 33 años y duré tres escribiéndolo. A este libro lo precede una década muy complicada para mí en cuanto a supervivencia, no sólo en Colombia sino en Estados Unidos, pues siempre estuve en un ir y venir, pero siempre escribiendo.

-Durante ese tiempo ¿cuáles fueron sus lecturas?

Las del boom latinoamericano, Cortázar, Rulfo y García Márquez. Ellos tres son los que más me gustan.

-¿Había intentado escribir antes de Primero estaba el mar otra novela?

Si, había escrito una novela chiquita que no me gustó. Escribí una parte el Nueva Orleans y otra en Bogotá. Finalmente, la volví un cuento.

GONZÁLEZ Y LA LITERATURA

-¿La poesía para qué?

La literatura y la poesía son una manera de explorar el mundo, admirarlo, vivirlo y soportarlo, todo eso junto. El hecho de escribir te ayuda a entender el mundo y a no dejarte barrer por él, porque la vida es muy dolorosa y te puede aniquilar muy fácil y la manera como tenemos los seres humanos de evitar eso es comprendiéndola, y una manera de hacerlo es recreándola, es lo que hace la gene que pinta, la gente que escribe.

- ¿Y la naturaleza?

Es una herramienta de comprensión para la supervivencia de la especie. La literatura y la poesía nos hace diferentes de los animales, es la capacidad de comprensión a través de la recreación, del asombro, la admiración, el gozo, incluso del gozo del horror.

-¿Qué poetas le gustan?

José Asunción Silva, sobre todo El nocturno, Leon de Greiff. Unos poemas de Mario Rivero. Pero yo creo que el mejor es Federico García Lorca.

-¿Ayuda en algo escribir en el exterior?

Hay una distancia que uno cree que es importante y que yo pensaba que lo era hasta que alguien me dijo que no lograba ver mucha diferencia entre los libros que yo había escrito mientras vivía acá con los que escribí en Estados Unidos. Debe ser que no es importante si el lector no ve mucha diferencia. Uno tiene una imagen del mundo y la recrea, incluso sin necesidad de salir de su tierra.

-¿Siempre estuvo muy relacionado con la naturaleza desde niño?

Muchísimo.

- ¿Qué tan necesario es para usted la tranquilidad y el silencio a la hora de leer o escribir?

Yo creo que en cualquier parte se escribe, no hay un entorno que sea malo para escribir, todo lo contrario, la realidad es infinita donde uno esté y mientras haya eso se puede escribir. La realidad, cualquiera que sea, puede ser materia prima para la escritura. No hay algo que sea más importante que otra cosa, porque lo más importante está en todas partes como la vida y la muerte.

-¿Entonces no hay pretextos para el escritor?

Solamente el de no escribir. A veces puede ser la parte económica, pero todo eso se puede resolver, siempre se puede resolver. La plata, de alguna forma aparece. Yo trabajé en un bar de Bogotá, en "El goce pagano" cuando estaba escribiendo Primero estaba el mar. Mi amigo Gustavo, que era dueño del bar, me dio trabajo mientras terminaba la novela, para financiarme la escritura. Pero los problemas económicos me llevaron a Estados Unidos, porque no había manera de escribir y trabajar en Colombia al mismo tiempo.

- ¿No pensó en la prensa?

No era muy fácil y consideraba que era otra disciplina. En eso me equivoqué. Yo debí haberme ido por ahí, hubiera sido muy bueno y sano para mí, porque los periodistas, cuando se dedican a la literatura, han agarrado la manera de comunicarse muy rápido y el enganche con el lector sale de inmediato. Por eso, García Márquez es tan buen escritor, porque era muy buen periodista.

Si acaso me influyó fue en la utilización de mi vida para hacer ficción. Hasta cierto punto eso es una especie de periodismo en el sentido de que no tengo ningún reparo en ceñirme a la realidad de los hechos.

- ¿Cómo se prepara para escribir a diario?

Yo trabajo mucho en la mañana, madrugo mucho. Aquí en el campo más todavía, pues no tenemos televisión. Llegan las siete de la noche y la cama empieza a llamar. A las cuatro estoy en pie. Me he ido volviendo noctámbulo con el método de madrugar. No sé, siempre he escrito por la mañana, muy temprano.

A las cuatro me pongo a escribir. Ahora estoy trabajando en los poemas, estoy escribiendo unos ensayos también, ensayando con los ensayos, y barajando temas para muchas novelas. Hasta hace poco madrugaba en la novela cuyo borrador acabo de terminar, falta dejarla enfriar un poco.

-¿Qué tanto ayuda dejar un texto en reposo?

Mucho, porque uno lo ve como con los ojos de otra persona. Hay que olvidar el texto y cuando uno vuelve, todos los errores saltan muy rápido a la vista. Si uno los sigue leyendo sin dejar pasar el tiempo necesario, todo va pasando y se vuelve como turbio, no lo puede mirar bien, pero si uno deja pasar los meses se ve mejor, se asienta todo.

Entre La historia de Horacio y Abraham entre bandidos pasó mucho tiempo, porque esta última fue muy difícil de escribir, tomó varios intentos, fue complicada de escribir.

¿A los escritores se les pueden agotar los temas?

Por lo menos el miedo siempre existe. Cuando terminé La historia de Horacio, como en esa me fajé en el sentido de que recorrí cosas nuevas y me exigí mucho, entonces pensé que hasta ahí había llegado, que eso era todo lo que iba a hacer en la vida., pero mientras haya vida hay temas.

- ¿Hasta qué edad tiene pensado escribir?

No lo he pensado. Creo que no tiene sentido dejar de hacerlo, porque es una manera de vivir muy satisfactoria y enriquecedora.

-¿La fama es importante para el escritor?

Yo creo que lo primero es que el escritor escriba para explorar su propio universo, eso es lo esencial. Después de haber hecho eso, lo natural es que uno busque que lo acompañen en esa exploración. Ese es el contacto con el lector. Si uno logra que existan lectores que lo acompañen a ese territorio, cada lector lo va a recrear y de eso se trata, de crear un territorio literario que antes no existía.

- ¿Y el reconocmiento?

Eso es importante porque es lo que indica si uno hizo bien su trabajo. El hecho de que uno tenga buenos lectores, no muchos, es una indicación de que el trabajo estuvo bien hecho. Ya la fama es distinto, es que reconozcan al autor y no a la obra y eso es inútil, porque lo importante son los escritos y no el escritor, a mi modo de ver.

Eso es muy fácil de decir, porque es muy difícil no hacerle caso a la fama, pues somos seres humanos muy vanidosos. La vanidad es muy jodida y la fama es adictiva. Eso se puede convertir en un gran problema, porque puede significar que el escritor empieza a trabajar para engrandecer un sello público y olvidar la razón por la cual inició a escribir.

-¿Esto puede afectar la obra?

También, porque en vez de escribir para profundizar en un territorio, explorarlo, escribe uno para mostrar lo hábil que es y se le daña su trabajo por andar mostrando habilidades que perjudican al texto. Ese es el servilismo hacia el lector. Por eso hay que buscar un punto de equilibrio, no sacrificar nada. Entretener al lector, seducirlo, todo eso es válido siempre y cuando uno no deje de tomar riesgos literarios por andar en esas.

- ¿Ahora está trabajando en una nueva novela?

Estoy terminando una que se desarrolla en el Golfo de Morrosquillo, más parecida a las anteriores, más en tercera persona, más desapegada, donde me involucro menos que en La luz difícil. Y aunque no hay una experiencia directa mía, de eso siempre hay, lejana o cercana.

La novela tiene que ver mucho con mis recuerdos del Golfo de Morrosquillo, porque es un ámbito que yo conocía bien porque teníamos una casita allá. Mi papá la compró cuando yo tenía siente años y la fuimos a venderla cuando tenía como 17. Yo pasaba mucho tiempo allá.